Todos los
días al atardecer, se oía en el bosque
el sonido del yembé, que su enamorado tocaba para ella, con la
veneración y el júbilo de ofrecérselo a una pequeña diosa, y el Hada de las
Fuentes empezaba suavemente una danza
melodiosa, siguiendo el ritmo del tambor.
Su cuerpo y sus ligeras faldas de
gasas ondeaban al son de sus pies, y sus
brazos se elevaban armoniosamente.
Parecía que la Tierra hablara bajo sus pies movida por el son de
la música, y todo el bosque la
acompañaba en su baile.
La danza expresaba la alegría que había en el
bosque, la alegría de vivir en el y de sentirse vivo.
.....Y el tambor seguía sonando.....pumba,
katumba, katumba, pumba...