Tiene una gran ojo que se abre y se cierra y te engulle y esconde cuando tienes miedo. Ese gran ojo de noche llora lágrimas negras de dolor, del dolor que sufren todos los seres que viven daños en la aldea cercana. Su presencia es imponente y te atrae como un gran imán.A lo lejos se le ve tan real que parece que tuviera vida y respirara y sus piedras brillan en tonos grisaceos.
Por los alrededores se le conoce como
el nombre de Rocoso. Lleva este nombre por su aspecto pétreo y su piel recubierta de rocas cuarteadas por el frío, el agua, la nieve y el sol.
Es tan viejo como la montaña. Es una montaña que siente y tiene vida propia.
Es un caballo ancestral, con un gran hocico alargado y un cuerpo robusto y pesado con la forma de una gran vaca.
Es tan viejo como la montaña. Es una montaña que siente y tiene vida propia.
Es un caballo ancestral, con un gran hocico alargado y un cuerpo robusto y pesado con la forma de una gran vaca.
Este entrañable ser vivo, te
transporta a otra época, a otro lugar.
Está vivo aunque inmóvil incrustado en la montaña, no ocurre lo mismo con el gran dinosaurio que ocupa la montaña siguiente, en la que yace su gran cuerpo descansando como de una gran siesta, pero eso pertenece a otra historia que puede contarse.
Está vivo aunque inmóvil incrustado en la montaña, no ocurre lo mismo con el gran dinosaurio que ocupa la montaña siguiente, en la que yace su gran cuerpo descansando como de una gran siesta, pero eso pertenece a otra historia que puede contarse.
Siento su respiración en los poros de
mi piel. Y hay una comunicación tan próxima y cercana que es, como si ambos
fuéramos parte de un mismo ser, y nuestras respiraciones se unieran.
Aunque su nombre es Rocoso, todos le
llaman cariñosamente Azulete, por el tono azulado en que se torna su piel por
las noches, confundiéndose en el horizonte con el color del cielo y dejándose
de percibir su figura.
Todos los días al atardecer, se puede
ver a los habitantes de los pueblos cercanos, acudir a visitar a Rocoso. Llevan
cargados a sus espaldas pesados sacos
llenos de piedras que engulle por su Gran Ojo, que siempre tiene abierto.
Este Gran Ojo te atrae como un imán y
al acercarte a él te mete en su interior. Así hemos podido ver que la montaña
guarda secretos ocultos, y tiene grandes hornos ardiendo toda la noche con las
piedras que le llevan. De esta tarea se encargan los conguitos, unos seres muy
pequeños y traviesos, que viven en el interior de la montaña. Son los fogoneros que viven en el sótano y de los que Roncho es el jefe. Los aldeanos les describen con una cara tiznada y su piel agrisada, unos ojos negros muy brillantes con una bics cómica y juguetona. Trabajan toda la noche en los hornos que hay en el interior de la montaña echando alquitrán y piedras. Tienen mucha energía nunca se agotan.
Del alquitrán que sale de los hornos
que deboran las piedras con el fuego, Azulete
llora en silencio lágrimas negras que expulsa por su Gran Ojo todas las noches, transformando el dolor de todos
los seres que viven en el lugar.
Y
al despedirse de los seres que retornan una vez vaciadas sus piedras siempre le
dice:
“Que el espíritu de la montaña os protege y os de fuerza”
Y
ese Gran Ojo siempre despierto y abierto, les acompaña en su vuelta a casa.