Al salir de la Cueva Dorada vieron que llovía a cantaros
pero emprendieron el camino. El cielo estaba muy cerrado, no dejaría de llover
en mucho rato y tenían mucho camino que andar. Sabían que tendrían que llegar antes de que Verdespín
cerrara la puerta de la Cueva del Tesoro
y pudieran pasar.
Deberían llegar con la próxima luna llena para poder divisar la
entrada claramente. Esa noche era luna llena y esa era la señal que tenia el guardián del bosque
para dejarlas pasar. “Llegaran el primer día de luna llena”. Iban como sopillas empapaditas en agua,
agarraditas de la mano.
La vieja nos contó su historia, es Verdespin, tiene un
cuerpo desnudo lleno de espinas que se meten entre su piel y un aspecto huraño
y enfurecido y mucha gente sabe de él porque en contadas ocasiones se le ha
visto por el lugar y la gente huye ante su aspecto tenebroso y su color
verdusco.
Al amanecer recoge los berros que emergen del lago de aguas
cristalinas que mana de la Cueva del Tesoro, eso solo en la primavera, cuando
nacen. Luego vuelve a su cueva e inverna todo el año, pasa muchas horas
descansando y dormido, salvo cuando siente que alguien se acerca a la cueva y
entonces clava sus fuertes piernas en la puerta y toma una postura impenetrable
impidiendo el paso al que quiera entrar.
La vieja sabia fue en su día su maestra, ella le enseñó todo
lo que sabe, y sabemos que siente veneración por ella. Dentro de la cueva del
tesoro hay un gran lago que nadie del lugar ha podido atravesar, sus gélidas
aguas dejan paralizado al que se sumerge en ellas y mueren de frío. Solo Verdespin es capaz de lograrlo, solo él conoce el secreto que se esconde detrás
del lago. Allí prepara sus unguentos y elixires y es de lo que se alimenta el
resto del año. No vive solo. Toda la montaña está oredada de huecos y caminos
y conoce otros seres que viven en su interior...continuará.